El Templo de San Diego, en la ciudad de Aguascalientes, comenzó a ser construido bien entrado el siglo XVII, cerca de 1651. Era parte de un conjunto conventual carmelita, que finalmente, no fue utilizado por dicha orden. De tal suerte que, Pedro Rincón de Ortega, quien además de presbÃtero, era quien costeaba el proyecto, gestionó para que fuera la orden franciscana de San Diego, quien se encargara tanto del templo como del convento. Esto mismo aconteció en 1664. Para las postrimerÃas del siglo XIX, entre los años de 1894 y 1895, al Templo de San Diego le fue añadido un pórtico de entrada y una balaustrada, aunque esta última fue finalmente retirada en 1916. En este mismo año fue remodelado el pórtico.
Por lo que se refiere al CamarÃn de la Virgen de San Diego, fue construido detrás de este bello templo hidrocálido en la última parte del siglo XVIII. Se trata de una muestra magistral del barroco arquitectónico que se cultivó en la ciudad de Aguascalientes. Destaca de esta construcción, sobre todo, su admirable cúpula. El CamarÃn de la Virgen de San Diego fue realizado entre 1792 y 1795, en una obra costeada por el militar Juan Francisco Valera, quien estaba interesado en apoyar el cambio de vestimenta que precisaba la Virgen de la Concepción que se venera en el altar principal del Templo de San Diego. En 1779, el entonces obispo de Guadalajara, Juan Ruiz de Cabañas, bendijo el CamarÃn de la Virgen y fue celebrada la primera misma del lugar.
Este noble edificio sacro se localiza en la calle de Rivero y Gutiérrez, en pleno Centro Histórico de la capital hidrocálida. Como habÃamos mencionado previamente los religiosos franciscanos fueron quienes ocuparon el conjunto conventual, y la inauguración de este último, tuvo lugar en 1647. En su momento se convirtió en el templo de mayores dimensiones en todo el estado de Aguascalientes. Algo que destaca sobremanera con respecto al Templo de San Diego, son los elementos iconográficos relacionados con la devoción mariana que posee, asà como también los cuatro altares policromados que atesora. Estos últimos están dedicados a San JoaquÃn, Santa Ana, San José y Jesucristo.
Los turistas que visiten este templo podrán constatar que su estilo armonioso se instala plenamente en el barroco neoclásico. Sobresale el grato contraste que expone su austera fachada con la opulencia ornamental del conjunto. Por ejemplo, en la sacristÃa del Templo de San Diego pueden observarse valiosas pinturas de la autorÃa de Juan Correa, dedicadas a diferentes episodios de la vida de San Francisco. No hay que olvidar la preferencia que demostraba este arista novohispano, por las composiciones de gran tamaño.
Para llegar a la ciudad de Aguascalientes desde la Ciudad de México, los viajeros deberán salir de la capital del paÃs, por Ecatepec, en el Estado de México, para después continuar por el Circuito Mexiquense y cruzar por Los Reyes y Zumpango, hasta llegar al entronque denominado como ?Jorobas-Tepeji del RÃo?. Este último ya forma parte del estado de Hidalgo. Hay que continuar por esta carretera hasta llegar a Querétaro y en el entronque Villa del Pueblito dirigirse a Celaya, ya en territorio de Guanajuato. Luego se sigue más allá de Silao y San Francisco del Rincón, en el estado de Jalisco. Tras cruzar por la comunidades de San José y Encarnación se llega finalmente a la ciudad de Aguacalientes.
Debajo del CamarÃn de la Virgen de San Diego- espacio circular coronado por una enorme cúpula-, existen varias catacumbas, con misteriosos pasadizos, capillas y nichos. Allà reposa el cuerpo del sacerdote José Záinz de la peña, quien fuera el guardián del complejo conventual en 1796. El cuerpo de este personaje yace momificado en la cripta del templo que les recomendamos visitar. Para conocer las catacumbas se necesita la autorización y guÃa por parte de los frailes del lugar.
Es interesante conocer y profundizar acerca de la proyección del CamarÃn de San Diego. Sólo de tal manera se hace patente el magistral diseño que expone, en donde la geometrÃa, la arquitectura y las referencias iconográficas se combinan en una preciosa alegorÃa espacial orientada hacia la eternidad.
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