El Programa de los 177 Pueblos Mágicos de Mexico, desarrollado por la Secretaría de Turismo en colaboración con diversas instancias gubernamentales y gobiernos estatales y municipales, contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto y que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros. Más que un rescate, es un reconocimiento a quienes habitan esos hermosos lugares de la geografía mexicana y han sabido guardar para todos, la riqueza cultural e histórica que encierran.

San Miguel de Allende, lugar lleno de artistas y viajeros

Nota sobre San Miguel de Allende, lugar lleno de artistas y viajeros

Conocí San Miguel de Allende a los ocho años, recuerdo un pueblito tan colorido en sus casas como en su gente, los extranjeros caminando descalzos y muchas bugambilias.

Dieciséis años después regresé, aunque ya no es al que recuerdo, por el crecimiento en su periferia; aún mantiene un aire cálido, con su centro histórico de sólo 24 manzanas.

Desde la carretera, reconocí la Parroquia de San Miguel Arcángel, construida en 1880 por el maestro cantero Don Zeferino Gutiérrez.

Al ver el pueblo de lejos pensé que el primer secreto de su atractivo es su arquitectura colonial, por lo que desde 1926 es Monumento Nacional y Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, en 2008.

Me instalé en el hotel Casa de Sierra Nevada (Hospicio 42 / www.

casadesierranevada.com), cuya propuesta es juguetona. Sus 37 cuartos están distribuidos en nueve casonas de los siglos XVI al XVIII. Luego, salí a recorrer el centro y ahí descubrí el segundo secreto: la tranquilidad. Después tomé el tranvía turístico que sale de la Plaza Principal (Canal y Umarán), conocido como "El Jardín" y de ahí a los lavaderos públicos, un lugar pintoresco que sigue en funcionamiento.

A unos pasos está la Casa del Parque (Santa Elena 2), su restaurante es famoso por su sazón y vista; ahí probé el tercer secreto: la oferta gastronómica.

Por recomendación de Bill LeVasseur, un gringo muy mexicano propietario del Bed & Breakfast Casa de la Cuesta (Cuesta de San José 32/ www.casadelacuesta.com), tomé una clase de Yoga en el Centro Cultural El Nigromante (Hernández Macías 7), la clase es bilingüe.

La instructora Anabel Cárdenas se ha hecho muy popular, asisten personas de todas las nacionalidades.

Al terminar la clase recorrí el museo, galerías y el mural inconcluso de David Alfaro Siqueiros, en el Centro Cultural. Así descubrí el cuarto secreto: el arte.

Más tarde Bill me contó que para comprender a fondo el boom de artistas que florecían en San Miguel tenía que visitar la Fábrica la Aurora (Calzada de la Aurora s/n/www.

fabricalaaurora.com), producía textiles en el siglo XIX y fue remodelada para convertirse en un Centro de Arte y Diseño que alberga más de 40 galerías de arte, estudios, tiendas de antigüedades, salas de exposición que vale la pena visitar, "prepárate para pasar el día entero ahí", me sentenció.

Prometió llevarme, pero antes de ir quería saber más sobre la historia de la región, tal vez ahí encontraría el quinto secreto.

Este poblado, que también se ha llamado San Miguel el Grande y San Miguel , fue el primer pueblo libre del reino de España. Curiosa por conocer más de su historia visité el Museo de la Casa Solariega de Ignacio Allende y Unzaga, un edificio del siglo XVIII de estilo barroco. Su valor histórico es su quinto secreto.

Regresé al centro para comer en Planta Baja (Canal 28/ www.

plantabajasanmiguel.com), sus dueños son españoles, la oferta de cocina fusión y pescados ya es muy demandada. El ambiente del restaurante es muy espontáneo, un lounge con tonalidades moradas y blancas. El menú fue diseñado por el Chef Iván Monzó y el precio promedio es de 350 pesos por persona, probé una de las entradas más solicitadas: tostadas de atún con rebanadas de papa y aguacate y, como plato fuerte, pez espada, el cual es preferible comerlo en un termino medio. Me quedé con ganas de regresar.

Para pasar el resto de la tarde unos amigos ya me habían recomendado visitar La Azotea (Umarán 6), uno de los mejores lugares para presenciar esos atardeceres naranjas de San Miguel del que todos hablan.

Se ubica en la parte superior del restaurante Pueblo Viejo, su especialidad son las tapas; a pesar del viento resultó ser un lugar muy agradable para tomar un trago.

En mi último día salí a conocer el Charco del Ingenio (www.

elcharco.org.mx), un jardín botánico desplegado en 100 hectáreas sobre una cañada que se divide en tres zonas: el chaparral seco, el cañón y los humedales. La entrada cuesta 30 pesos y, desde 1991, se dedica a la conservación de la naturaleza y flora local.

En la recepción venden artesanías y productos orgánicos.

Quería llevarme todo pero decidí dejarlo para el final, aunque ya no fue posible porque al terminar mi ruta terminé saliendo muy lejos de la tienda. Caminé por sus veredas y me percaté del sexto y último secreto: el clima y los paisajes.

Es un ecosistema semidesértico que da lugar a especies de plantas como las cactáceas que invitan a imaginar, a crear imágenes extravagantes.

Me sorprendí de la variedad de especies que hay en el Conservatorio de Plantas Mexicanas, abierto todos los días de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Aquí se encuentra la presa y las ruinas que proveían de energía a la Fábrica la Aurora.

Para rematar felizmente el viaje, opté por probar un temascal tradicional.

El mejor lugar para hacerlo es en el Laja Spa (Hospicio 13-A), que abrió sus puertas en 2008, aquí utilizan el concepto del agua como medio purificador y conductor del flujo de energía. Así, con un masaje con aromaterapia, me despido del pueblo tres veces nombrado.