Si bien varios de los edificios integrados a los sitios arqueológicos más importantes de México, se hallan orientados con respecto a cuerpos siderales como la VÃa Láctea, Venus o la Luna, lo cierto es que parecen ser solo excepciones. Como quiera que sea, la arqueoastronomÃa en el México Antiguo, aún tiene mucho por ofrecer. Los descubrimientos que con seguridad se harán en este campo, cambiarán de manera positiva la comprensión que se tiene de la visión astronómica de nuestros antepasados indÃgenas. Mientras tanto, desde un enfoque turÃstico, vale la pena admirarse con los soberbios observatorios que construyeron las culturas prehispánicas de nuestro paÃs, como por ejemplo, los que a continuación comentaremos.
Por medio de sus detalles arquitectónicos, como nichos, vanos de entrada, escalinatas y ventanas, se aluden a las posiciones de los astros en los instantes más relevantes de sus trayectorias en el firmamento.
Se ubica en la última gran ciudad maya, antes del arribo de los españoles. Sus accesos y nichos con pinturas murales, refieren a la posición del sol en dÃas claves en términos astronómicos y del calendario maya.
Uno de los dos glifos que se muestran grabados, en la estela localizada en una plaza de este gran sitio arqueológico, corresponde a Quetzalcóatl. La ocurrencia del equinoccio queda señalada en el lugar, por la alineación del conjunto, con respecto a su eje simétrico. Los extremos de la plataforma mencionada, señalan la posición del Sol, en las fechas de solsticio.
Se trata de una caverna natural con acondicionamiento de mamposterÃa, en donde se registraba el año solar y además, se contemplaba el tránsito cenital del Sol un par de veces al año. Los arquitectos prehispánicos de Xochicalco, ajustaron la construcción de tal modo, que la luz solar penetra en la cueva, como un rayo sorprendente, en ciertas fechas clave del año solar y del calendario mesoamericano. Xochicalco es un tesoro en términos de arqueoastronomÃa.
Se encuentra al sureste de la monumental Pirámide del Sol. Es una cueva natural de cuatro metros de profundidad, adecuada por los antiguos teotihuacanos. En su interior se halla un altar y una estela lisa. El grosor de la luz solar, al ingresar a este recinto, nos ofrece datos acerca de solsticios y equinoccios y asà también, referencias del tránsito cenital del Sol, el cual ilumina de lleno el altar-estela.