El Programa de los 177 Pueblos Mágicos de Mexico, desarrollado por la Secretaría de Turismo en colaboración con diversas instancias gubernamentales y gobiernos estatales y municipales, contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto y que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros. Más que un rescate, es un reconocimiento a quienes habitan esos hermosos lugares de la geografía mexicana y han sabido guardar para todos, la riqueza cultural e histórica que encierran.

El inframundo mexica y Chapultepec

Nota sobre El inframundo mexica y Chapultepec

Los aztecas cultivaban una intensa religiosidad, una intución de lo sagrado expuesto en cada elemento de su entorno silvestre. De eso hay testimonio en los códices, restos arqueológicos y antecedentes históricos relacionados con la civilización mexica.

Uno de esos espacios de otredad tan importantes para los antiguos mexicanos era el Bosque de Chapultepec. En la actualidad es uno de los parques urbanos más importantes de Latinoamérica y uno de los sitios turísticos imperdibles de visitar en la Ciudad de México.

La religión mexica y el inframundo

En el entorno de Mesoamérica, cuerpos de agua como los lagos, ríos, cascadas y manantiales estuvieron vinculados a las creencias relgiosas de los pueblos indígenas allí asentados. En el Bosque de Chapultepec había hermosos manantiales que eran visitados frecuentemente por los gobiernantes mexicas, entre ellos el gran Moctexuma II.

También las grutas y cuevas tenían un hondo simbolismo religioso para los aztecas precolombinos, ya que eran considerados como umbrales al inframundo, verdaderos portales al más allá mesoamericano.

Uno de estos accesos a lo divino se encontraba justamente en Chapultepec, y en la actualidad se perfila como un poco conocido sitio turístico de enorme interés histórico y arqueológico en el corazón de la CDMX.

El más allá azteca y Chapultepec

Chapultepec oculta una intrigante cueva, la cual está integrada a la zona del Audiorama, sector del popular bosque que recibió el nombre de  In xochitl in cuicatl (la flor en el canto)por parte de Salvador Novo, cronista de la capital mexicana en la década de 1970.

Esta cueva, también conocida por el nombre de Cincalco (Casa de Maíz), según las tradiciones religiosas de nuestros antepasados, era el acceso al inframundo, el ingreso al Mictlán, el mundo de los fallecidos en la cultura mexica.

De hecho, hasta nuestros días se mantiene encendida una veladora para brindar orientación a los espíritus en este místico umbral a lo desconocido.

Un sitio mexica indispensable de visitar en Chapultepec

Según lo que menciona Francisco Mendoza, importante historiador, la cueva de Cincalco fue visitada por el tlatoani Moctezuma con el objetivo de visitar a Mictlantecuhtli, monarca del Inframundo. Moctezuma deseaba pedirle consejo a la deidad acerca de cómo alejar a los conquistadores españoles.

Mictlantecuhtli únicamente le aconsejó a Moctezuma que enfrentara su destino.

Tan fascinante como los numerosos centros ceremoniales de los mexicas, la cueva de Cincalco está relacionada con numerosas leyendas y anécdotas del México Antiguo.

Y si bien el Audiorama de Chapultepec es un lugar perfecto para descansar, leer un buen libro en sus cómodas bancas, oir música y charlar con los amigos o la familia, la entrada a esta misteriosa gruta se encuentra restringida. Se piensa que tal prohibición tiene que ver con el riesgo de que los muros de la cueva colapsen, o que las personas que ingresen a la gruta se extravíen en sus intrincados pasadizos.

Para comprender el modo en el que este mito surgió se debe de tener presente que el Cerro del Chapultepec siempre ha sido un sitio predilecto por los moradores del Valle de México, incluso desde los tiempos precolombinos.

Conviene mencionar que a Chapultepec se le conocía también como la "Esmeralda de Anahuac" y era, para muchas comunidades indígenas de aquel entonces, un entorno lleno de misticismo, en el cual la naturaleza y lo divino se combinaban para fascinar a quienes lo visitaban.