La cultura mexicana ofrece una gran riqueza, en especial en lo referente a los grandes pueblos indÃgenas de la antigüedad. En el tiempo de estos antiguos mexicanos, lo real y lo prodigioso se entreveraba en una experiencia de vida plena, capaz de colmar de sentido la existencia de los habitantes de aquel mundo. Los animales particulares de la fauna mexicana, que mencionaron los sabios indÃgenas a Fray Bernardino de Sahagún, en descripciones a medio camino entre el mito y la realidad, reflejan una vivencia cotidiana más profunda e imaginativa que las que podemos tener en la actualidad.
AtzitzicuÃlotl: vuelo y metamorfosis
Las atzitzicuÃlotl eran unas avecillas que habitaban en los parajes lacustres del México. Eran unas criaturas redondas con picos negros, largos y agudos. Se decÃa que llegaban desde las nubes de lluvia. Eventualmente se arrojaban desde el cielo en prodigiosa zambullida y no se les volvÃa a ver más, sino transformados en bancos de peces de colores que se perdÃan en la profundidad de las aguas.
Quatézcatl: el espejo del destino
El nombre de esta avecilla quiere decir ?cabeza de espejo?. TenÃa el tamaño de una paloma y el extraordinario añadido de un espejo en la cabeza. Uno podÃa ver su rostro en ese espejo rodeado de plumas pequeñas y coloridas. El resto de su plumaje era azul y blanco. Nadaban mucho en las lagunas de Anáhuac. Cuando se zambullÃan, los quatézcatl tomaban la forma de brasas resplandecientes que iluminaban las tinieblas del agua. Quien se contemplaba en el espejo de la cabeza del quatézcatl, podÃa ver su porvenir, en especÃfico, si uno serÃa victorioso en la guerra o tomado preso por los pueblos enemigos.
Atotolin: el filo de la vida y la muerte
El atotolin o gallina de agua era considerado como el rey de todas las aves de las zonas lacustres del México Azteca. TenÃa la cabeza grande, cuerpo largo y pico amarillo, la cola y las piernas cortas y fuertes. Para cazarla, los hombres tenÃan que perseguirla durante varios dÃas. Si se cumplÃan cuatro dÃas y no se le atrapaba, el atotolin miraba serenamente a sus perseguidores y comenzaba a dar grandes voces para llamar al viento. De inmediato se agitaban las aguas y hundÃa indefectiblemente las canoas de sus perseguidores, a quienes se les paralizaban los brazos y perecÃan ahogados. Quienes lograban cazar a un atotolin y le abrÃan la barriga con un punzón denominado minacachalli, podÃan encontrar, o bien una piedra preciosa y esto auguraba un destino feliz al quien la derribó, o bien un carbón y esto era un aviso de muerte segura para el cazador.
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