El Programa de los 177 Pueblos Mágicos de Mexico, desarrollado por la Secretaría de Turismo en colaboración con diversas instancias gubernamentales y gobiernos estatales y municipales, contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto y que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros. Más que un rescate, es un reconocimiento a quienes habitan esos hermosos lugares de la geografía mexicana y han sabido guardar para todos, la riqueza cultural e histórica que encierran.

Disfruta un fin de semana en Taxco

Nota sobre Disfruta un fin de semana en Taxco

A 62 kilómetros de Cuernavaca se localiza Taxco de Alarcón, considerado como el pueblo artesanal más grande del mundo.

Asentado en el lugar antes conocido como Tetelcingo, que en náhuatl significa Cerro pequeño.

Su ubicación estratégica cercana a la costa de Acapulco lo convirtió en la década de 1930 en uno de los primeros destinos turísticos del país.

Llegué aquí por curiosidad a los sabores de los jumiles, insectos venerados por los aztecas debido a sus propiedades medicinales.

Estos bichitos siguen siendo la dieta de los taxqueños, comiéndolos vivos o cocidos.

Uno puede maravillarse con el paisaje verde y montañoso que encierra al pueblo, con cientos de casa blancas con teja roja que parecen suspendidas en las empinadas laderas.

Aquí la gente vive acostumbrada al resplandor de la plata.

En cada hogar hay por lo menos un artesano platero: son más de 15 mil personas las que se dedican a esto.

Naysa, mi contacto de todo el recorrido me llevó, recién me instalé en el hotel Posada de la Misión, me llevó al Cerro del Huixteco, el proveedor más importante de agua de la región.

Aquí el lunes posterior al Día de Muertos (2 de noviembre) los habitantes suspenden sus actividades para la recolección de jumiles en peregrinación al cerro.

En la cima bailan y comen lo que han recolectado.

Pero por desgracia eran las siete de la noche y el manjar se había esfumado.

Decidí probarlo en el centro, donde algunas taquerías usan los jumiles como ingrediente de sus salsas, pero sabe más salado de lo normal.

Mi reto fue encontrarlos y comerlos enteros, recién muertos, ya que dicen que es como mejor saben.

Antes, comencé el día caminando por las angostas calles empedradas que aún conservan su nombre original.

Recorrerlas supone un deporte extremo: carecen de banquetas y apenas caben los Volks Wagen que circulan. Pero vale la pena la aventura.

El Museo de la Platería, ubicado en el Patio de las Artesanías, está destinado a brindar una visión de este arte.

La influencia de la actividad se aprecia igual en el exconvento de San Bernardino de Siena, construido en 1592.

Aquí es posible apreciar el Cristo de los Plateros, con incrustaciones de plata en los clavos, la corona y el manto.

Los locales recomiendan el tianguis sabatino, que es el más y grande y está abierto desde 7 am hasta las 7 pm, cerca de la terminal de autobuses Estrella Blanca.

Una vez aquí debes disfrutar de las tiendas de los Pineda o los Castillo, que son una leyenda.

Sigo hacia la iglesia de Santa Prisca, de estilo barroco y churrigueresco, fue construida por mil 500 indigenas en un tiempo récord de siete años en el siglo XVIII.

Cerca está la Casa Borda, edificio del siglo XVIII que hoy es el Museo de la Historia Social de Taxco Siglo XX.

De regreso al hotel, el dueño tenía preparada una sorpresa: jumiles recién asados en un comal.

Me costó trabajo meterme a la boca algo parecido a un escarabajo pequeño, pero cierro los ojos y disfruto de su sabor a pimienta fuerte y su crujir en mi boca.