Tal y como sucede con todas las grandes culturas del mundo, las civilizaciones mesoamericanas contaban con ciertas sombras, aspectos que se reprimÃan por determinadas dinámicas del imaginario social. Estas zonas oscuras del pensamiento mesoamericano, se representaban a través de algunas figuras de fascinante simbolismo y una gran proyección exótica. Se trata de monstruos y demonios que habitaban las creencias de personas que, aun cuando tenÃan una forma de pensamiento- por circunstancias culturales e idiosincráticas- por completo diferente al nuestro, comparten con los mexicanos actuales y los seres humanos en general, un sincero sentido de asombro por la vastedad compleja del cosmos y sus inagotables misterios.
Estos son algunos de los protagonistas del bestiario fantástico prehispánico.
De acuerdo a la mitologÃa de los indÃgenas nahuas, era una de las cuatro deidades de la muerte. Su nombre, derivado del náhuatl, significa ?cara rota?. En el Códice vaticano, esta deidad es representada como un ente con pies de águila. Los antiguos mexicanos pensaban que Ixpuxtequi vagaba por las noches por las calles y caminos para sorprender a los viajeros solitarios.
Seres fantasmales asociados al dios Tezcatlipoca. En cierto pasaje de los escritos de Sahagún, se nos cuenta que eran espÃritus sin cabeza ni pies, que rodaban por el suelo, emitiendo lastimosos quejidos, como los que lanzan los enfermos graves. De acuerdo a las antiguas creencias, quien avistaba uno de estos seres, se condenaba a sufrir un destino funesto.
Mujer demoniaca de reducido tamaño y torcida figura que se aparecÃa en los basureros prehispánicos. Acosaba especialmente a quienes se aventuraban en las sombras a orinar. La espaldilla era velluda, deforme y tenÃa la cabellera hasta la cintura. Su andar era parecido al de un pato. Aparece y desaparece a su antojo y presagia calamidades. Existe una representación de la espaldilla en el Códice florentino.
Similar a los espÃritus de las regiones silvestres de los mayas, los balames y los aluxes, el Señor del Monte es una figuración de ciertas presencias mágicas que protegen a los indÃgenas mazatecos que trabajan en los cerros. El Señor del Monte también es venerado por los indÃgenas otomÃes que habitan por las regiones profundas de Puebla.
En las serranÃas de Chiapas se cuenta que existe un ente maléfico conocido como el dzulúm. Es una criatura misteriosa que provoca una atracción irresistible en las mujeres. Las jóvenes indÃgenas que lo avistan, sienten unos deseos irreprimibles de seguirlo, se adentran a la selva de los montes y nunca se les vuelve a ver. El nombre de este extraño animal significa en español ?ansÃa de morir?.
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