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Cinco ideas locas (y futuristas) para reinventar los aviones de pasajeros

Aunque volar en avión es cada vez más barato y seguro, por desgracia todavía no es algo cómodo para los que no viajan en 'business'.

Hay quien quiere cambiar eso.

Controles de seguridad, esperas en el aeropuerto, colas para subir al avión, asientos estrechos, posturas incómodas, pantallas pequeñas, siestas interrumpidas por dolores de cuello, calambres en las piernas y visitas a un cuarto de baño igual de incómodo.

.. Aunque la tecnología ha convertido los vuelos de pasajeros en algo habitual, accesible y seguro, todavía queda por delante el camino para convertirlo en algo agradable o, al menos, un poco menos desagradable.

Compañías aéreas y de otros campos dedican a ello horas de trabajo y millones en proyectos de innovación, que tienen como resultado propuestas de todo tipo, algunas más realistas que otras, que marcan la dirección para llegar a un futuro en el que volar no solo sea asequible o rápido: también un poco más cómodo.

Pantallas gigantes

A principios de este mes de abril, la francesa Thales presentaba Digital Sky, un concepto de megapantallas táctiles situadas en el respaldo de cada asiento para ofrecer al pasajero una enorme variedad de opciones de entretenimiento durante el vuelo.

Olviden las diminutas pantallas con una sensibilidad táctil más que cuestionable, o directamente manejadas por un mando a distancia. Estas tendrían 21,3 pulgadas en la versión más económica (por comparar: el mayor de los dos iPad Pro lanzados hasta ahora tiene 12,9 pulgadas).

En ellas, el pasajero podría ver películas y series, y, sin salirse de la acción, comprobar la trayectoria del vuelo y cuánto tiempo falta para llegar a su destino; también leer periódicos y revistas, navegar por internet o incluso jugar a videojuegos en dos pantallas adyacentes.

¿Qué tal suena eso para los que tratan de mantener a sus hijos tranquilos durante un largo vuelo?

Claro que instalarlas tendría un coste, y para evitar que repercutiese en el pasajero, sería la publicidad la que entraría en juego: las aerolíneas mostrarían a sus clientes publicidad de diversas marcas, algo que por otro lado ya hace en las revistas y catálogos, e incluso en las ventas que algunas hacen a bordo.

Ver las nubes sobre el avión

En vez de un techo cerrado y oscuro, ¿qué tal ver el cielo sobre el avión? Las nubes, las estrellas, o simplemente el azul del cielo.

Quizá para los que sienten temor a las alturas, esta idea de Boeing no traerá nada bueno, pero será una bendición para los que sufren de claustrofobia.

Se trata de aprovechar el techo de las aeronaves para proyectar en él imágenes del cielo, aliviando la sensación de ir encerrados en una lata de sardinas que todos hemos tenido cuando llevábamos un par de horas metidos en un avión.

También podría programarse para mostrar información útil sobre el destino al que va el vuelo, o escenas de lugares interesantes para visitar. Y por la noche, las estrellas sobre las cabezas de los viajeros pueden ayudarles a conciliar el sueño o simplemente a disfrutar del espectáculo.

De nuevo, se trata de un concepto en el que trabajan los desarrolladores de la compañía, que ya busca aerolíneas que quieran ponerlo a prueba.

El fin de la batalla por el reposabrazos

Soarigami es una sencilla pieza plegable que promete terminar con una de las guerras más habituales, aunque silenciosas, que se dan a bordo de un avión: la que dos pasajeros en asientos contiguos libran sin cuartel por dominar el reposabrazos.

A codazo limpio, aunque siempre con sutileza, raro es el que renuncia a una comodidad que en el mejor de los casos es relativa y que pierde el primero que se queda dormido.

Uniendo esta necesidad con el arte del origami, este invento es una solución basada en una pieza que se dobla y se monta, creando una barrera con dos espacios contiguos, uno para cada pasajero, de forma que ambos pueden apoyarse cómodamente sin molestarse el uno al otro.

Al aterrizar, el dueño solo tiene que recogerla, desplegarla, y guardarla en su bolsa de mano hasta el siguiente vuelo.

Según su página web, podrá adquirirse muy pronto, aunque no se sabe ni fecha ni precio exactos.

Asientos convertibles

Butterfly significa mariposa, y es el nombre que el estudio Paperclip Design Limited ha dado a su diseño para un asiento de avión, que se pliega y despliega con rapidez para convertirse en una plaza 'business' o turista en cuestión de segundos.

No se trata de hacer desaparecer las distintas clases en los vuelos, sino de aumentar o disminuir las plazas de cada una de ellas según las necesidades de cada vuelo, aprovechando mejor el espacio.

Los dos modos del asiento cambian según el billete que haya pagado cada pasajero.

Vienen en bloques de dos, cuando van en la clase más económica, y uno de ellos se transforma cuando corresponden a la clase premium, convirtiéndose en una superficie horizontal que actúa como una pequeña 'suite', para tumbarse y disponer de más servicios de entretenimiento. Silencio a bordo

Cualquiera que haya intentado dormir durante un largo vuelo nocturno, con el afán no solo de que el tiempo pase más rápido sino de intentar compensar un más que previsible 'jetlag', sabe que todo el viaje irá acompañado por un ruido de fondo, no demasiado estridente pero sí constante y con la capacidad de arruinar el sueño y hasta de provocar un interesante dolor de cabeza.

Investigadores de la Universidad del Estado de Carolina del Norte y del Instituto Tecnológico de Massachusetts desarrollaron en 2015 una membrana que puede ser incorporada a la estructura de los aviones y que reduce significativamente el ruido de baja frecuencia que llega a la cabina.

La clave de la investigación está en la ligereza de esa membrana: los materiales que pesan poco son los más apreciados en aeronáutica, de forma que se ha trabajado en esa dirección durante los últimos años. Sin embargo, uno de sus inconvenientes es que suelen ser de masa baja y por tanto tienen un rendimiento deficiente en cuanto al aislamiento acústico.

Así que los investigadores crearon unas estructuras de panel de abeja, cubierta por un lado por una fina membrana como si fuese un tambor, y situada entre dos paneles de otro material, como si se tratase de un sándwich.

De esta forma, cuando las ondas de sonido chocan con la membrana, rebotan en vez de pasar a través de ella. Los autores aseguran que incorporar esta estructura al fuselaje aumenta su peso total un 6% y reduce has 50 decibelios la transmisión del sonido de los motores y demás vibraciones al interior del avión.
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