El Programa de los 177 Pueblos Mágicos de Mexico, desarrollado por la Secretaría de Turismo en colaboración con diversas instancias gubernamentales y gobiernos estatales y municipales, contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto y que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros. Más que un rescate, es un reconocimiento a quienes habitan esos hermosos lugares de la geografía mexicana y han sabido guardar para todos, la riqueza cultural e histórica que encierran.

El arte de pueblear en México

Nota sobre El arte de pueblear en México

El invierno en San Miguel de Allende es delicioso.

Los días soleados calientan, casi queman, pero las noches son heladas. Hacía años que no visitábamos el lugar y teníamos ganas de reencontrarnos con nuestros recuerdos.

San Miguel ha sido siempre refugio de artistas, bohemios y retirados estadounidenses.

El resultado es un sitio que defiende su identidad mexicana ferozmente y que alberga a todo tipo de excéntricos amantes del arte mexicano de pueblear.

Los inmuebles coloniales retomados como casas de fin de semana están pintadas de tonos ocres, amarillos, rojos y guindas, sus calles siguen empedradas, y hoy las fuentes de sus esquinas han sido restauradas con el esfuerzo un comité de señoras mayores de estadounidenses.

Aquí se vive una mezcla de vida local e importada.

Las opciones para hospedarse son múltiples, la mayoría hoteles pequeños con mucho encanto. El más famoso es Casa Sierra Nevada, galardonada con múltiples premios, pero también esta la Casa Rosada, a un lado de la parroquia, o la Casa Linda.

El centro aún es el punto de reunión más concurrido y eje de la vida diaria.

El caballo "percherón de las nieves" sigue fielmente despachando helado cada fin de semana, el gótico-imaginario de la iglesia rosada y su tradicional Café de la Parroquia nos recibieron como viejos amigos.

San Miguel también se ha llenado de galerías de arte y pequeñas boutiques que nos sorprendieron gratamente.

Una visita a la antigua fábrica de La Aurora es muy recomendable. Al interior hay tiendas de decoración y estudios de artistas locales.

Paramos a tomar una copa de vino en el wine bar de la entrada, Dvino, que tiene una selección pequeña pero agradable.

Después seguimos caminando y platicando con dueños y artistas. Una tarde entretenida donde es casi imposible salir con las manos vacías.

Cenamos en The Restaurant, un lugar chic con cocina de autor.

Aunque a la hora del desayuno optamos por ir al restaurante de María Gralia por un buen plato de chilaquiles y unos churros para terminar.

Pasamos el segundo día redescubriendo lugares: desde el mercado de artesanías, la Casa de Vidrio Soplado, Once Ambient Store, con objetos de todo el orbe, hasta las artesanías del Nuevo Mundo repleta de textiles y suvenires.

Es recomendable llevar zapatos.

El clima del Bajío mostró una vez más que pasar días caminando por este pueblo es una forma ideal de pasar el fin de semana.