El Programa de los 177 Pueblos Mágicos de Mexico, desarrollado por la Secretaría de Turismo en colaboración con diversas instancias gubernamentales y gobiernos estatales y municipales, contribuye a revalorar a un conjunto de poblaciones del país que siempre han estado en el imaginario colectivo de la nación en su conjunto y que representan alternativas frescas y diferentes para los visitantes nacionales y extranjeros. Más que un rescate, es un reconocimiento a quienes habitan esos hermosos lugares de la geografía mexicana y han sabido guardar para todos, la riqueza cultural e histórica que encierran.

Contemplando el arte virreinal en México

Nota sobre Contemplando el arte virreinal en México

Cuando visites lugares tan hermosos como el Museo Nacional del Virreinato o los muchos ex conventos, templos y pinacotecas novohispanas con las que cuenta México, podrás disfrutar contemplando numerosas obras plásticas, escultóricas y arquitectónicas del periodo de la Colonia en nuestro país.

 Para valorar este acervo de una manera más profunda, te compartimos las siguientes referencias.

El arte del siglo XVI en México, fue principalmente de carácter religioso.

Los padres dedicados a la evangelización de las comunidades indígenas mexicanas, instruyeron a algunos integrantes de estas etnias en las técnicas plásticas del Viejo Continente. Asimismo, estos frailes aprovecharon algunos de los procedimientos utilizados por los indígenas de México, para la elaboración de sus propias creaciones.

La arquitectura novohispana tiene sus mejores exponentes en los enormes conventos que se erigieron en los sitios con mayor densidad de población indígena.

Si se les contempla desde la lejanía, estos edificios proyectan la imagen de colosales fortalezas, con sólidos muros coronados por almenas.

En estas construcciones es fácil identificar combinaciones de estilos variados como el románico, el gótico, el herreriano, el múdejar, el renacentista y el plateresco.

No existe en México, un convento que ostente un estilo único en su construcción, ni siquiera el de Acolman, el cual se orienta notablemente hacia la plateresca, pero que no deja de mostrar detalles románicos.

Ahora bien, en la disposición de los conventos mexicanos, el atrio siempre fue un elemento de gran importancia, puesto que en ellos se efectuaba mucha de la labor evangelizadora de los frailes.

Hombres, mujeres, jóvenes y niños, recibían las doctrinas católicas en los cuatro rincones del atrio, el cual, por lo común, incluía una capilla con un diminuto altar. Esta capilla, además de usarse para ofrecer esta instrucción evangelizadora, era utilizada en las procesiones para posar al Santísimo, y de allí que tales construcciones con el paso del tiempo fueron denominadas como Capillas Posas.

Por lo que se refiere a la pintura, en los tiempos virreinales se realizó mucha pintura mural, para decorar conventos y templos.

Tal y como sucedía con el caso de las esculturas, se copiaban grabados de temas religiosos. Como ejemplos de ello, hay que mencionar el cubo de la escalera de Actopan, Hidalgo y las figuras de santos, admirables por su policromía, del claustro de Tetela del Volcán en el estado de Morelos.

Uno de los pintores al oleo más importantes de los días novohispanos fue Simón Pereyns, un artista flamenco que viajo a la Nueva España con el Marqués de Falces.

Otros relevantes exponentes de la pintura novohispana fueron Martín de Vos, Juan Correa, Miguel Cabrera y Cristóbal de Villalpando.